¿Callar o comer? 7 tips para regular la alimentación emocional

Muchas veces estamos tan metidos en nuestra rutina diaria que apenas tenemos tiempo para dedicar a nuestra alimentación y acabamos por comer algo rápido o precocinado. Otras veces, aunque tengamos tiempo no tenemos ganas, por el agotamiento diario o porque hay situaciones difíciles que nos afectan emocionalmente. En estas ocasiones, la opción que tomamos es un tipo de comida que aparentemente nos ayuda a llenar ese vacío emocional, como dulces o comidas con altas calorías.

En los distintos artículos que hemos publicado con la licenciada en nutrición Carolina Méndez, se puede conocer como lo que comemos está relacionado con nuestras emociones y ellas están, de la misma manera, estrechamente vinculadas con el tipo de comida que elegimos comer. Este es un mecanismo que se retroalimenta y del que a menudo no somos conscientes de que estamos atrapados en ese espiral.

El estrés, la ansiedad, el miedo, la angustia, nervios y otras emociones negativas nos generan un bloqueo que, si no somos capaces de gestionarlo, se produce un volcán emocional capaz de estallar en cualquier momento. La presión causada por este volcán hace que, instintivamente, la persona afectada busque una forma para taparlo para evitar que explote o para evitar que siga creciendo, recurriendo así a tipos específicos de comida y/o bebidas poco saludables.

La emoción es un impulso que nos lleva a actuar y este volcán emocional sigue presionando porque se encuentra bloqueado en nuestro interior porque no sabemos cómo resolver esas situaciones que nos afectan, pero ese tipo de alimentos no tienen el efecto deseado en nuestro cuerpo, más bien al revés, nos intoxicamos aún más. Ya lo estábamos en el plano emocional y acabamos por estarlo en el plan físico también.

Esta falta de energía nos empuja a buscar otra vez en los alimentos equivocados y esto retroalimenta la ansiedad emocional. El sentirnos cansados, desmotivados, a menudo apáticos hace que tengamos aún menos motivación para cuidar nuestra alimentación, sobre todo si no somos conscientes de lo que está pasando y vamos aumentando esa carga emocional.

Las dificultades con la alimentación son una manera de expresar sentimientos que no pueden ser dichos, así como las emociones que no pueden ser reconocidas. Las dificultades con la comida hablan de nuestro mundo emocional. Cuando nuestra boca no pronuncia lo que sentimos, traga para aliviar la tensión emocional. 

Las luchas internas son acalladas con frecuencia a base de llenarnos la boca de comida para no pronunciar palabras cuya carga emocional puede asustarnos; palabras que se refieren a cosas que no nos permitimos sentir. “La boca que se cierra y se abre a la comida es la misma boca que quiere hablar”

El lenguaje cotidiano está lleno de referencias a esta mezcla entre los sentimientos y la alimentación: “No me lo puedo tragar”, refiriéndonos a algo que rechazamos. “Se me revuelve el estómago” cuando sentimos asco por algo. “Tengo mariposas en el estómago”, cuando experimentamos una emoción agradable, “Tengo un nudo en la garganta” cuando tenemos angustia. 

Lo psíquico y lo somático están interrelacionados: la comida cubre nuestra necesidad biológica pero también evoca nuestros deseos vitales, deseos que se inscriben en nuestro mundo interno, en nuestra subjetividad. Cuando dejamos de centrar el interés en el cuerpo y podemos ponerlo en conexión con lo emocional, los conflictos que venían de nuestro mundo interno dejan de provocar síntomas en el cuerpo porque pertenecen a otros aspectos de nuestra subjetividad

Detenernos a pensar lo que nos ocurre, y ponerle palabras, puede ayudarnos a contener el ansia de comer.

¿Te has visto alguna vez pasando por una situación parecida?

Si la respuesta es sí, ahora sabes cómo funciona este mecanismo y puedes pararlo. ¿Cómo? Dejando de tapar este volcán emocional con comida. Para romper este mecanismo es necesario:

  • dedicarnos un tiempo en la semana (o el fin de semana)
  • detectar las emociones que acompañan al estrés. ¿siento ansiedad?, ¿angustia?, ¿aburrimiento?, etc.
  • alejarnos de la tecnología y apreciar lo que tenemos a nuestro alrededor.
  • identificar y eliminar los pensamientos y/o emociones que nos hacen mal.
  • organizar la alimentación que queremos incorporar.
  • acudir a profesionales de la salud para que nos oriente a una mejor alimentación o calidad de vida.
  • tomar un momento para cuidarte, quererte y respetarte.

Fuentes: Trombetta , Federica. Cómo influye la alimentación en las emociones. Cuerpo, mentes y emociones en armonía. Mente y emociones.

Menéndez, Isabel. Alimentación emocional.

Publicado por Lorena Sánchez

Lic. en Psicología. Especialista en Psicoterapia Cognitiva Conductual.

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