El pánico o trastorno de angustia consiste en una reacción intensa de miedo, que se desarrolla durante un tiempo acotado (de 5′ a 20′ aprox.) y se caracteriza por síntomas muy diversos. Los síntomas típicos son las palpitaciones, sudoración, temblores, inestabilidad, mareo o desmayo, sensación de ahogo, opresión en el pecho, sensación de atragantarse, náuseas o molestias abdominales y urgencia de huir de esa situación. También pueden aparecer ideación de catástrofe física o mental (morir, volverse loco), escalofríos o sofocaciones, sensación de entumecimiento u hormigueo (parestesias), sensación de irrealidad (desrealización), sensación de estar separado de uno mismo (despersonalización) y/o hiperactivación fisiológica transitoria (4 síntomas o más).
Este trastorno es uno de los más comunes en nuestra sociedad actual y la persona puede sufrirlo por diversas razones:
- Por lo general se presta mayor atención y vigilancia hacia las sensaciones internas de del cuerpo, tanto somáticas como mentales.
- Se malinterpretan las sensaciones corporales y mentales como indicativas de una catástrofe física, mental o social.
- Aparecen creencias específicas sobre la peligrosidad de sensaciones fisiológicas y mentales.
- Hay una malinterpretación catastrófica de las señales internas que eleva la intensidad de las sensaciones temidas.
- Se reduce el pensamiento reflexivo. Esto lleva a la imposibilidad de generar interpretaciones más realistas sobre las sensaciones internas temidas.
- Hay búsqueda constante de seguridad. Suelen aparecer conductas de evitación o conductas mal adaptativas como consecuencias de la malinterpretación de las sensaciones internas. La evitación y la conducta mal adaptativa de búsqueda de seguridad intensifican aún más la ansiedad y los síntomas de angustia.
Por lo tanto, los individuos con este trastorno suelen presentar cierta vulnerabilidad a la ansiedad y a la angustia. Estas emociones suelen presentarse con facilidad debido a las malas interpretaciones que realizan de las situaciones, potenciando aún más los síntomas y produciendo un incremento de esas emociones negativas. Esto se vuelve un circuito sin salida.

Para modificar esto se requiere de un profesional de la salud mental, psicólogo y/o psiquiatra, que permita la corrección de la atención selectiva y de los pensamientos catastróficos que presenta quien sufre de pánico. De esta manera la persona aprenderá a controlar (o regular) sus crisis de angustia.
