¿Alguna vez te detuviste a pensar qué te estás diciendo cuando te sentís mal?
A veces creemos que lo que sentimos depende solo de lo que nos pasa. Pero en realidad, lo que pensamos sobre lo que nos pasa tiene un gran impacto.
Una misma situación puede generar emociones completamente diferentes según la interpretación que hagamos. Por ejemplo:
- “No me contestó… tal vez está ocupado” → Calma, comprensión.
- “No me contestó… seguro está enojado conmigo” → Ansiedad, culpa.
Nuestros pensamientos actúan como un filtro: pueden amplificar una emoción, mantenerla o calmarla. Cuando empezamos a prestar atención a cómo pensamos, podemos descubrir patrones que nos hacen sentir peor sin necesidad. El simple hecho de cuestionar esas ideas y ver otras posibilidades abre espacio a sentirnos distintos. Nuestro diálogo interno es constante y, muchas veces, pasa desapercibido. Sin embargo, este diálogo moldea nuestra forma de sentir. Por eso, cambiar la forma de pensar es el primer paso para cambiar la forma de sentir.
Algunos tipos de pensamientos que alteran nuestras emociones son:
- Pensamiento todo o nada: “Si no me sale perfecto, es un fracaso.”
- Lectura de mente: “Sé que piensan mal de mí.”
- Catastrofismo: “Esto va a terminar muy mal.”
- Generalización excesiva: “Siempre me pasa lo mismo.”
Si a veces tenés este tipo de pensamientos, es porque estás enredado en distorsiones cognitivas. El problema surge cuando estos patrones se vuelven frecuentes, ya que nuestras emociones tienden a intensificarse o volverse más difíciles de manejar.
Entonces… ¿ qué se puede hacer?
- Observa lo que pensas: Tomate un momento para identificar qué pensamientos están acompañando a tus emociones.
- Pone a prueba tu pensamiento: Preguntate ¿qué evidencia tengo de que esto que pienso es verdad?, ¿es mi interpretación o está ocurriendo esto realmente?
- Busca una alternativa: No es necesario pensar en «positivo», sino en pensar otras formas una situación.

“No podemos elegir todo lo que sentimos, pero sí podemos aprender a cuestionar lo que pensamos y abrir nuevas formas de ver la realidad.”
La mente puede ser un lugar seguro… o una trampa. Lo importante es aprender a observarla y elegir con qué pensamientos quedarnos.
- Sentir sin ahogarte: el poder de los límites emocionales
- Dejar de complacer no te hace egoísta…¡te hace libre!
- Sesgos cognitivos: cómo influyen en nuestras decisiones diarias.
- ¿Cómo poner límites saludables sin sentir culpa?
- Autoestima en acción: cómo empezar a valorarte día a día
