La autoestima no es algo que “tenemos” o “no tenemos”, sino un proceso que se construye a lo largo del tiempo. Es la forma en que nos valoramos, nos tratamos y nos relacionamos con nosotros mismos. Se refleja en cómo pensamos, cómo nos hablamos internamente y en las decisiones que tomamos cada día.
Tener una autoestima saludable no significa creerse mejor que los demás ni evitar los errores, sino poder reconocernos como valiosos tal como somos, con nuestras fortalezas y también con nuestras áreas en desarrollo.
Mejorar la autoestima es posible. Y aunque no ocurre de un día para el otro, se puede fortalecer con pequeños gestos diarios. Algunas claves para empezar:
- Observá tu diálogo interno: Prestá atención a cómo te hablás. ¿Te criticás más de lo que te reconocés? Cambiar el tono interno por uno más amable es un paso fundamental. Podés empezar diciendo: “Estoy haciendo lo mejor que puedo con lo que tengo.”
- Reconocé tus logros (por pequeños que sean): La autoestima crece cuando nos damos crédito. No hace falta lograr algo enorme: lo importante es reconocer el esfuerzo, la constancia y los avances.
- Poné límites saludables: Decir que no, priorizarte o expresar lo que necesitás no es egoísmo, es autocuidado. Quien se valora, también protege su bienestar.
- Rodeate de vínculos que te hagan bien: Las personas que te tratan con respeto, que te alientan y te aceptan como sos, ayudan a reforzar tu percepción de valor personal.
- Validá lo que sentís: Tus emociones tienen un motivo, no las minimices. Aceptarlas sin juzgarte es parte de reconocer que merecés ser escuchado, sobre todo por vos mismo.
- Permitite equivocarte sin destruirte por eso: Errar no significa fracasar. Significa que estás intentando, aprendiendo, creciendo. Equivocarse no debería anular tu valor personal.

La autoestima no se impone: se cultiva. Y empieza por el modo en que te hablás, te cuidás y te respetás cada día.
