Sesgos cognitivos: cómo influyen en nuestras decisiones diarias.

Todos pensamos que nuestras decisiones son producto de la razón, de un análisis lógico y cuidadoso. Sin embargo, la realidad es que gran parte de lo que elegimos está condicionado por sesgos cognitivos: atajos mentales que nos permiten ahorrar energía al procesar la información, pero que también pueden llevarnos a cometer errores sistemáticos en nuestros juicios.

¿Qué son los sesgos cognitivos?

Los sesgos cognitivos son distorsiones en la forma en que interpretamos la información. Funcionan como filtros invisibles que influyen en lo que percibimos, recordamos y decidimos. No son simples equivocaciones, sino patrones que se repiten en la mente humana.

Estos sesgos se originan en la necesidad del cerebro de tomar decisiones rápidas en un entorno complejo. Gracias a ellos, podemos reaccionar en cuestión de segundos, pero el costo es que, a veces, sacrificamos la precisión por la rapidez.

Ejemplos de sesgos comunes en la vida cotidiana
  • Sesgo de confirmación: tendemos a buscar y valorar más la información que coincide con lo que ya creemos. Por ejemplo, si pensamos que “una dieta determinada es la mejor”, prestamos más atención a testimonios que la apoyan e ignoramos los estudios que la cuestionan.
  • Sesgo de disponibilidad: damos más importancia a los hechos que recordamos fácilmente. Si escuchamos varias noticias sobre accidentes aéreos, podemos sobreestimar el riesgo de volar, aunque estadísticamente sea mucho más seguro que viajar en auto.
  • Efecto halo: cuando una persona nos genera una buena impresión por un rasgo (por ejemplo, simpatía o atractivo físico), tendemos a suponer que también es competente o confiable en otros aspectos.
  • Aversión a la pérdida: sentimos más intensamente la posibilidad de perder algo que el beneficio de ganar lo mismo. Esto explica por qué a veces preferimos no arriesgarnos aunque la probabilidad de ganar sea mayor.
  • Anclaje: la primera información que recibimos actúa como un “ancla” que condiciona todo lo que viene después. Si al negociar un precio alguien nos da una cifra inicial alta, lo que consideremos “razonable” quedará influido por ese número.
¿Cómo afectan nuestras decisiones diarias?

Estos sesgos influyen en elecciones simples —qué comprar en el supermercado—, en interacciones sociales —qué pensamos de alguien en el primer encuentro—, en decisiones laborales, e incluso en la manera en que evaluamos nuestro propio desempeño.

El problema es que suelen operar de manera inconsciente. Creemos estar actuando con lógica, pero en realidad seguimos patrones que distorsionan la percepción de la realidad.

Algunos consejos para reducir el impacto de los sesgos, pueden ser:
  1. Tomá conciencia: el primer paso es reconocer que todos tenemos sesgos. Saber que existen te da más herramientas para detectarlos.
  2. Cuestioná tu primera impresión: en lugar de dar por cierto lo primero que pensás, hacé un esfuerzo consciente por revisar alternativas.
  3. Buscá la evidencia contraria: cuando estés convencido de algo, preguntate: “¿qué datos podrían demostrar que estoy equivocado?”.
  4. Diversificá tus fuentes de información: leer, escuchar y conversar con personas de distintos puntos de vista ayuda a ampliar la mirada.
  5. Separá emoción de hecho: preguntate si lo que pensás se basa en datos objetivos o en cómo te sentís en ese momento.
  6. Dale tiempo a las decisiones importantes: la prisa refuerza los sesgos. Una pausa permite ver la situación con mayor claridad.
  7. Aceptá la incertidumbre: no siempre podemos estar 100% seguros. Reconocer los límites de nuestro conocimiento es un antídoto contra la rigidez mental.

Los sesgos cognitivos son inevitables, pero no tienen por qué dominar nuestra vida. Al volverlos conscientes, cuestionar nuestras propias creencias y entrenar una mirada más crítica, podemos tomar decisiones más libres y realistas. El Cerebro Creativo: ¿Cómo Funciona la Fuente de Nuestra Innovación? 🧠

Publicado por Lorena Sánchez

Lic. en Psicología. Especialista en Psicoterapia Cognitiva Conductual.

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