¿Se puede sentir intensamente sin quedar atrapado en lo que sienten los demás?
Claro que sí. Y ahí entran los límites emocionales.
Los límites emocionales son como un escudo invisible que nos protegen del desgaste emocional. No te aíslan: te dan libertad para sentir sin absorber.
Cuando no hay límites, es muy fácil confundir amor con control, entrega con sumisión, y paciencia con resignación. Los límites emocionales te ayudan a detectar señales de abuso como chantajes emocionales, silencios punitivos, desprecios o comentarios hirientes, manipulación o minimización de lo que sentís.
Con límites emocionales saludables podés:
- Acompañar a otro sin sobrecargarte.
- Estar triste sin sentir que sos una molestia.
- Decir sin culpa “no quiero hablar ahora”.
- Escuchar sin tener que arreglarle la vida al otro.
- Poder enojarte sin justificarte.
¿Cómo podemos entrenar estos límites?
- Detectá si te estás sobrecargando:
– ¿Te hacés cargo del malestar ajeno?
– ¿Te cuesta decir que algo te afecta?
– ¿Ponés excusas para justificar tu incomodidad?
2. Practicá frases claras:
– “Eso me duele.”
– “No puedo con esto en este momento.”
– “Prefiero no seguir con esta conversación ahora.”
3. Validá lo que sentís sin necesidad de justificarte:
– “También tengo derecho a proteger lo que siento.”
– “No todo lo que siento necesita la aprobación del otro.”
– “No soy egoísta por cuidar mi mundo interno.”
Para poder trabajar sobre tus limites emocionales podes:
- Escribí una situación en la que te sentiste emocionalmente sobrepasado.
- Pensá: ¿qué límite podrías haber puesto?
- Elegí una frase concreta para usar la próxima vez.
- Después, registrá cómo te sentís por haberlo hecho.
Cada paso es un acto de amor propio y autodefensa emocional.

Tus emociones no tienen que justificarse para existir.
Y no es tu rol sostener lo que no te pertenece.
Eso también es salud mental.
